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La estructura y formación del Universo y del Sistema Solar han despertado el interés de las personas desde las civilizaciones antiguas. Por esta razón, desarrollaron varias técnicas de observación y medición a lo largo del tiempo, además de realizar importantes estudios y observaciones.

 

Como resultado de estos estudios se han presentado numerosas hipótesis sobre el origen y evolución del Sistema Solar. Para el origen del Sistema Solar (así como de otros sistemas planetarios), la hipótesis nebular es la más apoyada y aceptada.

 

Un sistema que acelera al girar con un efecto externo y gana más masa de gas a medida que gira crea un disco alrededor del centro de acreción. Mientras que la región central se contrae y condensa para formar el Sol, los planetas se formaron mediante colisiones y fusiones a diferentes distancias del centro con materia arrastrada por la presión de radiación del protosol.

 

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Cualquier modelo para explicar la formación del Sistema Solar admite algunas características de observación. Estos son:

 

- Las órbitas de todos los planetas se encuentran aproximadamente en el mismo plano.

- Las órbitas planetarias son elipses cercanas a círculos.

- Las composiciones de los planetas difieren entre sí y varían con su distancia al Sol: los planetas compactos, ricos en metales y pequeños se encuentran en la parte interior del Sistema Solar; En la parte exterior del Sistema Solar se encuentran gigantes gaseosos y planetas ricos en hidrógeno.

- Los planetas se mueven de oeste a este. El Sol también gira en la misma dirección. (Venus y Urano son especiales debido a su inclinación. Sus rotaciones reales son esencialmente las mismas que las de todo el sistema).

 

Estas características de observación apoyan la hipótesis nebular de la formación del Sistema Solar.

 

Mientras el Sol se estaba formando, los 8 objetos más destacados se formaron en el disco son respectivamente; Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Los primeros 4 de estos planetas se llaman planetas terrestres, mientras que los últimos 4 planetas se llaman gigantes gaseosos.

 

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Para que un objeto sea clasificado como planeta;

- Debe orbitar una estrella (en nuestro vecindario cósmico, el Sol).

- Debe ser lo suficientemente grande como para tener suficiente gravedad para forzarlo a adoptar una forma esférica.

- Debe ser lo suficientemente grande como para que su gravedad elimine cualquier otro objeto de tamaño similar cerca de su órbita alrededor del Sol. [1]

 

Entre estas características básicas, los objetos relativamente masivos que orbitan alrededor de su estrella y que lograron volverse casi esféricos pero no pudieron despejar su órbita se denominan planetas enanos. Hay 5 planetas enanos en el Sistema Solar. Según su distancia al Sol, sus nombres son Ceres, Plutón, Haumea, Makemake y Eris, respectivamente. De ellos, Ceres se encuentra en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, mientras que los otros cuatro planetas enanos Plutón, Haumea, Makemake y Eris se encuentran en el cinturón de Kuiper, más allá de Neptuno.

 

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Referencias:

[1]https://solarsystem.nasa.gov/planets/in-depth/

 

Crédito:

Foto astronómica: hipótesis nebular de Laplace. Colección de bienvenida. Atribución 4.0 Internacional (CC BY 4.0)